jueves, 20 de noviembre de 2008

El bazar


Quedamos en vernos en el farolito de la esquina. Llegamos a la conclusión de que nuestro bazar comenzaba a tener pérdidas, por lo que resultaba necesario un nuevo inventario (en el mejor de los casos) o cerrarlo definitivamente (para dicha o tristeza, no sabemos aún).

Mi bazar había comenzado con una florcita de níspero. Estábamos en el parque, la tomaste y sólo dijiste: “Para que aquí comience tu bazar”. Fue el primer objeto que me diste.

Mi bazar era algo interesante, solo tenía cosas naturales: hojas secas, troncos quebrados, la flor de níspero, caracoles, parte del zacate de tu casa… un bazar natural. Es increíble cómo vamos formando una pequeña tienda cuando estamos con alguien. Muchos guardan las tarjetas de cumpleaños, discos piratas con presentaciones de amor, pedazos de cabello, tiras cómicas y hasta el tenedor con que comieron juntos por primera vez un pie de limón.

Tu bazar, en cambio, guardaba pedazos de papel, ligas, unos cordones amarillos, bolinchas, madera del taller de mi casa… era un poco distinto.

Qué surtido de bazares debe existir en el mundo, he pensado ahora. El otro día estuve viendo el de una de mis amigas. ¿Podemos guardas colillas de cigarros?, fue un detalle interesante. Me he preguntado cómo será el bazar de un músico: partituras, canciones en Fa menor o la cuerda de una guitarra. ¿Qué guardará un ingeniero? Porque bueno, tiendo a pensar que cada uno arma el bazar del otro a partir de lo que le gusta… Me pregunto si en realidad lo que amas es la naturaleza y no a mi. Yo lo amo todo… sí, estoy segura; por eso tu bazar es un poco variado.

No sé si hoy, en este farol, cierre o no mi bazar. No sé si lo cambie por una colección de insectos disecados o si, más bien, reciba trozos de tela, botones y agujas de un sastre. Hoy sabré si mi bazar cambia de dueño o si sólo hacemos un inventario, sumamos costos, olvidamos pérdidas y ponemos algunos descuentos.

Te sigo esperando en el farolito, sin nada en las manos. Mi bazar quedó cerrado en casa… no quisiera que se metan a robar.

martes, 28 de octubre de 2008

Un tour inductivo y un mapita virtual


A César, quien me dio
la posibilidad de elegir



¿Te has perdido alguna vez en la ciudad? Que detrás del parquecito, a un costado del bar “La Cholita”, después de la casa color celeste, caminas doscientos y llegás...

Sí te has perdido en la ciudad... yo me he perdido en la ciudad.


Día 1

Al encender la compu, con esto de la tecnología, podemos comunicarnos a pesar de no vernos a la cara ni escucharnos. Esto de los límites, las direcciones, los espacios y las realidades se vuelve difuso... ya no hay una división clara.
Tenés que iniciar la sesión y después tus interlocutores aparecen en la pantallita... Apareció el mío.... ESTADO: CONECTADO

-Hola... Valentina de este lado. ¿Cómo vas?

-Hola Valentina, todo muy bien.

-¿Cómo es eso del taller? ¿Dónde es que se reúnen y a que hora?

-Tenés que llegar a la Universidad Latina, ahí es donde nos reunimos, a las 6:00 pm.

-Ok, pero ¿cómo llego a la Universidad Latina?

-¿Conocés Muñoz y Nanne?

-No.

-¿La Iglesia de la Soledad?

-Tampoco.

-Ja, ja, ja, ja.... Lo que necesitas es un tour inductivo por San José... ja, ja, ja...

-Creo que si, porque me pierdo... ¿Un tour inductivo? Bueno, por qué no... un viaje de iniciación que me convierta en una trotamundos completa... trotaciudades, más bien.

-Cualquier autobús de esos que paran por el centro comercial, de los rojos con blanco, cualquiera te deja ahí... valen poco.

-¿Pero de verdad llegan? ¿Y si tomo el que no es? ¿Si me equivoco de autobús? Creo que mejor tomo un taxi... yo no me complico, un taxi y listo.

-Ok. Entonces tomás el taxi y le pedís al chofer que te deje en el edificio viejo de la universidad, no en el nuevo... Aunque bueno, el viejo acaban de remodelarlo, entonces podría ser que lo tomen por nuevo... Lo que hacés es que le pedís que te deje no en el que está cerca de Muñoz y Nanne, sino en el otro. Cuando estás ahí me llamas y yo te recojo.

-Ok.



Estaba perdida en la ciudad, en esa ciudad que pisaba al menos unas cuatro veces por semana. Pedí ayuda para mi tour inductivo por San José y sólo tres conocedores ofrecieron su experiencia para el rescate de mis desconcertados pies, poco acostumbrados aún al terreno, a los semáforos que debía respetar y a las esquinas en las que no se debe cruzar la calle.



-Eeehh...eeehhh....señor.... Buenas... Por favor a la Universidad Latina.

-Con mucho gusto.

-Es que me dijeron que hay dos edificios en esa universidad: uno nuevo y otro viejo. ¿Usted conoce los dos?

-Uno nuevo y otro viejo... pues no, en realidad no...

-Ok. Entonces hay uno que está cerca de Muñoz y Nanne... en ese no, sino en el otro, si me hace el favor.

-Claro, con mucho gusto...

¿Y si no llego? Que pena si me pierdo... de verdad necesitaría uno de esos tours que me ofrecieron, ja ja ja... Qué miedo...

-Ese es el edificio de la Universidad.

-Ok. ¿Cuánto es?

-Seiscientos ochenta y cinco.

-A ver, un billete de mil, un billete de mil... ay jueputa... ¿qué hago?... Aquí tiene... Mientras no me diga que no tiene cambio para este... Si gusta redondea la cantidad a setecientos, para que no tenga que darme esos quince de vuelta.

-Ok. Aquí tiene. Muchas gracias.

-Gracias a usted.


Universidad Latina: compromiso serio


-Buenas. ¿Este es el que llaman el edificio viejo?

-Si.

-¿Y puedo esperar en esta salita?

-Claro, como no. Pase, pase... adelante.

-Muchas gracias.



Información

Sector de cajas

En caso de emergencia rompa el vidrio


Todavía faltan veinte minutos...¿Lo llamo o le pongo un mensaje?...Mejor un mensaje para no molestar tanto...


CREAR

Hola! Soy Valentina. Ya estoy en la Universidad.

ENVIAR

... ... ... ...


LEER

Hola! Ok. Yo me atrasé un poco. Llego en unos 20 min.


RESPONDER

Ok, tranquilo. Estoy en la salita de espera :o)

ENVIAR


... ... ... ...


CONTESTAR LLAMADA

-Hola. ¿Cómo vas?

-Todo bien. ¿Vos?

-Pura vida... Apenas voy saliendo del trabajo. ¿Me das un toque?

-Ok, nos vemos.

-Chao.

TERMINAR LLAMADA

... ... ... ...


CONTESTAR LLAMADA

-Hola. ¿Dónde estás?

-Yo estoy en la Universidad... en la salita de espera...

-Ok. ¿Podés ver el restaurante?

-Ay no... ¿cuál?...no me digás que me perdí...¿Será que estoy donde no tengo que estar?

-No, no... tranquila. Andate para afuera y me esperás ahí.Ya llego.

-Ok.

TERMINAR LLAMADA

... ... ... ...


CONTESTAR LLAMADA

-Hola. ¿Dónde estás?

-Ahora estoy afuera, en la entrada. ¿Vos?

-Estoy por llegar... Dejame ver... no te veo...

-Ay no... creo que sí estoy donde no tengo que estar... ya me perdí...

-No, tranquila... a ver dónde... a ver...ah mirá, ahí estás.

TERMINAR LLAMADA


-Hasta que por fin, ja ja ja. Vamos, entremos... ¿Hace mucho llegaste?

-Antitos de las seis.

-Tempranísimo. Yo salí un poco tarde, por eso me atrasé...Aquí es, llegamos.



Es horrible perderse. Antes me daba pena preguntarle a alguien dónde estaba. así que siempre trataba de confiar en lo poco que había entendido de las direcciones que tenía. Ahora que estoy más grande, me dedico a preguntar cada veinticinco metros, ya no me da vergüenza. Lo que siempre está es ese miedo: ¿Y si no llego? ¿Si dejo pasar el lugar donde tenía que bajarme del autobús? Lo único bueno es que son muy amiga de los taxis.... Yo no me complico, tomo un taxi y listo... Para algo están, ¿no?


Día 2

Al encender la compu los interlocutores tienen diferentes “estados”. Se ofrece varios: conectado, no conectado, vuelvo pronto, ausente, ocupado, al teléfono o salí a comer. Lo interesante es que nunca te ofrecen estados del alma: feliz, pensativo, positivo, melancólico, enamorado, enojado, excitado, engañado, no me hables porque exploto, cansado, te odio, me duele el corazón... en fin.


Mi interlocutor acaba de aparecer... ESTADO: CONECTADO Sí, yo sé que estás conectado pero, ¿enojado, positivo, te duele el corazón...? Yo estoy conectada... y cansada, ansiosa, pensativa, feliz.



-Hola Leo ¿cómo vas?

-Hola Valentina... muy bien, ¿vos? ¿Qué me cuentas?

-Diay muy bien, dizque trabajando. ¿Siempre se van a reunir hoy?

-Sí, hoy igual.

-Ok. Espero poder llegar hoy sin perderme... creo que ya aprendí.

-Ja, ja, ja... espero que sí... confío en que podés. Yo igual llego un poco tarde, así que si querés llegás sin mi.

-Ok, ahí veo... si no, te espero igual.

-A veces, antes de entrar, nos vemos en la zona de la cafetería, por donde está el restaurante, ¿recuerdas?

-Recuerdo, recuerdo... ¿recuerdo?.... no, no recuerdo. Ah si, recuerdo. Sería hacia la izquierda del pasillo por donde entramos, ¿verdad?

-Exacto. Dame un momento......

-Ok.

... ... ... ...

-Ahí está... mirá...


-¿Y esto que es? Ja, ja, ja, ja.... un mapita virtual.... ja, ja, ja, ja... de verdad que la tecnología es… bueno…. ¿Y eso? ¿es un mapa?

-Ja, ja, ja... para ubicarte mejor.

-¿Hacia la izquierda queda donde nos reunimos y a la derecha donde se ven antes de comenzar?

-Si... la equis roja es a donde tenés que llegar.

-Ok, perfecto. Espero no perderme... ahora con mapita y todo creo que sí lo logro. Entonces nos vemos en la noche.

-Ok. Cuidate.



Hoy no estoy tan perdida como la semana pasada, aunque sigo enemistada con los autobuses, los rojos con blanco, esos que valen poco y pasan por el centro comercial. Creo que es evidente mi afición a los taxis... Yo no me complico, tomo un taxi y listo.



-Buenas

-Buuueeeenassss... ¿a dónde va reina?

-Por favor al edificio viejo de la Universidad Latina.

-Con mucho gusto.

-Este chofer parece conocer mejor la ruta... tan sólo diez minutos. Por los semáforos, por favor.

-Claro. Sólo dígame si ahí puede abrir la puerta.

-Si, ahora sí.¿Cuánto le debo?

-Quinientos.

-Más rápido y más barato.... Jueputa chofer el de las vez pasada... de seguro se aprovechó de que yo no conocía para dónde iba... o bueno, seguro no le di bien la dirección. Aquí tiene. Gracias.

-Con gusto amor, que le vaya bien.



Primera planta

Baños damas

Salida

Hacia la izquierda quedaba la equis, si mal no recuerdo. Pero igual no sé si irme de una vez o si mejor lo espero.


LLAMAR

-Hola Leo, soy Valentina ¿Ya estas en la Universidad?

-Hola. No, aún no. ¿Vos?

-Sí, en la salita de espera.

-Si querés podés llegar a donde te dije se reúnen antes de comenzar.

-Si, yo sé, pero es que como apenas los conozco todavía me da un poco de pena. Dentro de poco se me quita... Prefiero esperarte y llegar contigo.

-Ja, ja, ja. Ok. Esperame y yo te aviso cuando llegue.

-Ok. Nos vemos. Chao.

TERMINAR LLAMADA

... ... ...


-Hey... ahí estás.... No te encontraba... es que entré por el otro lado y no te vi... Vamos.

-¿Ya comenzaron?

-No, tadavía no... ¿Y por qué te da pena? Podías haberte ido para allá apenas llegaste.

-Si, yo sé, pero me da vergüenza. Además ya te dije que me tenés que dar tiempo.

-Claro, siempre da miedo al inicio.

-Pero se me quita.

-Dame un momento para saludar a esta gente.

-Ok.

... ... ...

-Vamos..... Ahí están. Entremos.



Un pequeño mapita virtual de brilloso color azul. A la derecha, un parchón que indicaba el lugar de reunión; en el centro, unos pequeños puntos simulaban mis desanimados pies, mi camino hacia la gran equis roja, área de fumado, área de destino... área que nunca pisé hasta la hora siguiente, cuando me llevaron con ellos.

Es difícil cuando te perdés en la ciudad. Yo me perdí, pero es que con esto de la tecnología los límites, los espacios, las direcciones y las realidades se vuelven difusas... ya no hay una división clara. ¿Un tour inductivo o un mapita virtual? No sé.

Creo que al final siempre voy a esperar para entrar con él.




lunes, 6 de octubre de 2008

Humo o letra


A Carlos,
porque siempre lo analizó todo

Sueño y fumo.

Gloria y amor, felicidad, creencia,

¡un poco de dolor y otro de humo!

Julián Marchena


Ahí estaban. Sentados sobre la cama pensando en lo que habían hecho; como lo hacen todos, supone. Fumaban y sin embargo no entendía por qué siempre debía ser un cigarrillo. ¿Qué acaso no podían tomarse un té o comerse unas moras (la fruta que más le gustaba) después de hacer el amor?

Todos los hombres con los que estaba se convertían, a los pocos días, en difusas sombras de una noche de pasión. Nunca memorizaba sus nombres, por aquello de que se le ocurriera compararlos. Prefería mantener en su memoria algún rasgo característico de cada uno; recordarlos por sus orejas grandes o por su bigote, por sus dientes o por lo bien dotados que los había hecho Dios... Ya saben, algunos llevan la delantera...

La mayoría de ellos significaba lo mismo. Ninguno la sacaba de su rutinaria vida: levantarse a las siete de la mañana y desayunar a las siete y cincuenta; trabajar hasta las cinco de la tarde, leer hasta la una de la madrugada y de vez en cuando sustituir tres páginas del libro por estar con alguno de ellos; sin embargo, seguía prefiriendo al libro que al hombre. Muchas veces se arrepintió de sacrificar un final por sólo fumarse el tan obstinado cigarrillo.

Martes 16 de enero. Quince minutos antes de las ocho de la noche. Al lado derecho del tren logra ver un paquete con una tarjeta. Cruza el pasillo y se sienta junto a él. La curiosidad la va invadiendo: piensa en los titulares del día siguiente... 136 muertos en el tren por bomba (acompañado de una sangrienta fotografía, típico de los diarios amarillistas de su país); piensa en una multitud de reporteros que le hacen preguntas sobre cómo descubrió en un paquete con un tarjeta la cura para el SIDA... imagina e imagina e imagina. Decide tomar el paquete y mirar la tarjeta: Avenido 13, Calle El Solar. Casa #9. Alejandro Santiamén Villanueva. Psicólogo.

Le pareció interesante cómo un psicólogo podía vivir en una de las calles más locas y desequilibradas de la ciudad.

Tomó el paquete y bajó del tren. Decidió caminar hacia allá pues pensó que tal vez la caja contenía algo importante. A las nueve y veinticinco llegó a la Avenida 13, Calle El Solar, Casa #9. Golpeó la puerta al menos tres veces. Estaba a punto de irse cuando abrieron: una figurilla sencilla, alta, manos pequeñas, anteojos redondos y cabellos largo, casi a media espalda.

-Hola. ¿Alejandro Santiamén Villanueva?

-Sí, soy yo.

-Encontré este paquete en el tren de las ocho. Vi tu tarjeta y pensé que podría ser importante así que decidí traerlo.

-Muchísimas gracias. Por un momento pensé que las perdería.

Ella dio media vuelta y comenzó a alejarse de la casa cuando Alejandro la llamó.

-¡Oye! ¿No quisieras pasar a tomar algo? Digo, es lo poco que puedo hacer por tu amabilidad.

Aunque por un momento dudó, decidió aceptar la invitación. La sala era un poco oscura pero sintió como si la cobijara una gran satisfacción.

-Así que eres psicólogo.

-En realidad no me gusta etiquetarme así pues desde que asumo que lo soy dejo de serlo. Prefiero verme como una persona con conocimientos en la materia que aplica de vez en cuando.

-Siempre he pensado que ustedes los psicólogos; perdón, los que tienen conocimientos en la materia, cada vez que hablan con alguien es como si lo estuvieran analizando.

-Grave mito. Casi nunca lo hacemos, al menos yo nunca lo hago. Y dirás que suena un poco irónico, pues se supone que para eso estudiamos; sin embargo, no me gusta dar soluciones sino ayudar a encontrarlas.

-Interesante. Jamás lo hubiera pensado así.

En realidad es bastante oscuro. No está del todo acostumbrada pero no se siente incómoda. El vino está bastante bueno; cosecha 1830, de las mejores que haya probado.

-¿Y eres de por acá?

-Soy de la capital. Ahora estoy resolviendo algunos asuntos del trabajo.

-¿Y por cuánto piensas quedarte?

-Todo depende. Debo contactar a algunas personas y no sé cuánto tiempo tarde en hacerlo.

-Entiendo.

Alejandro ha intentado sentarse más cerca. El vino ha comenzado a subir sus hormonas. Aunque ella lo nota, no se molesta. Algo le dice que hoy matará tres sonetos, páginas 63, 64 y 65. No le importa, mañana tendrá hasta la una de la madrugada.

-¿Qué haces Alejandro?

-Lo siento mucho. Lo siento, lo siento.

-¿Qué haces...?

-Es que intento... intento... yo intento...

-Hazlo...

Ahí están. Sentados sobre la cama pensando en lo que han hecho; como lo hacen todos, supone. Casi invadidos por un silencio ella pregunta por el cigarrillo. Alejandro se levanta y un poco aturdido busca por toda la habitación. Sale y regresa con un paquete entre sus manos.

-Lo siento. Lo único que tengo son estas moras, las que dejé olvidadas en el tren.