miércoles, 3 de febrero de 2010

Nuestro Bernardo



Dicen que las palabras que terminan en “o” son hondas. Si ves por ejemplo la palabra hueco…hueeecooooooo… esta se hunde; sucede lo mismo con hoyo y con fondo. Todas se nos alejan hacia abajo. Nuestro Bernardo es así, como eso tan difuso y a la vez tan lleno de vida. Es tan oscuro, otra palabra que termina con “o”, que se nos escapa de las manos, pero también tiene tanta luz para darnos que no sabemos qué pasa con él.

Creemos que es su voz, ronca y grande, la que nos permite tenerlo al lado y sentir como si nos apretujara con cada palabra, porque lleva tanta fuerza que todas queremos tenerlo al lado, todas queremos comérnoslo de un bocado. Creemos también que puede ser ese momento cuando nos envuelve en un abrazo, porque asfixia irremediablemente cualquier pena que tengamos, cualquier sinsabor que nos agobie. Porque ya todas lo sabemos: queremos que nos abrace o hemos llegado a decir que extrañamos verlo; sin embargo, puede que no sea eso, porque bien podríamos tener los ojos tapados y no percatarnos que está a nuestro lado, pero en un abrazo inconfundible hemos perdido noción de lo que pesa y aturde.

Cierto: hueco, fondo, abrazo, pozo, difuso, alto, lado, bocado… todas terminan en “o”… y lo más importante, hondo. Decía que es hondo, tanto que nos deja vacías, a la espera. Tan hondo, que llena.